«A veces nos parece que estamos lejos de Dios. Sentimos como que Dios ya debe estar un poco cansado de nosotros. Uno vuelve a caer en la misma falta, en el mismo pecado del cual ha pedido perdón a Dios. Con sinceridad le he dicho a Dios:
-Propongo firmemente no volver a pecar y evitar las ocasiones próximas al pecado... Señor, no voy a criticar más a esa persona... me pesa Dios mío, y me arrepiento de todo corazón de haberte ofendido en mi hermano porque no debo hacer a los otros lo que no me gusta que me hagan a mí. Y me propongo firmemente no volver a pecar más y evitar las ocasiones próximas al pecado.
Pero sospechamos que esto puede ser una gran mentira: la próxima vez no evitaré para nada la ocasión. Hasta es probable que la provoque. Y calculo que le debe pasar algo parecido también a ustedes. Entonces uno puede estar cansado de los curas y no les debe creer más. ¿Para qué nos va a perdonar, si Él sabe que lo vamos a volver a hacer?
Pero la fe nos enseña otra cosa. La fe nos asegura que Dios tiene un corazón tan grande y tan lindo, y que es tan rico en misericordia que realmente cada vez que le pedimos con sinceridad perdón, se deja convencer, se pone muy contento y nos perdona de verdad. Lo mismo que una mamá que perdona a su hijo cuando éste le pide disculpas luego de repetir cien veces la misma travesura. No una, ni dos, ni siete: sino setenta veces siete, o todas las veces que fuera necesario. Porque así es el corazón de una madre. Y de ¿dónde lo tiene? ¿Quién se lo regaló? Seguramente Dios.
Dicen que cada uno de nosotros está unido a Dios por un hilo. Un piolín que nos une a Él. El pecado corta ese piolín, y entonces queda rota mi relación con Dios. Ese pecado rompió mi relación, mi conexión, mi estar ligado a Dios. Si reconozco mi error y pido perdón, Dios agarra las dos puntas del piolín y le hace un nudo. Y con eso el piolín queda más corto. Quedo más cerca de Dios. Y cuando vuelve a romperse, Él perdona y lo vuelve a anudar. Hasta puede ser que algunos terminen bien cerquita de Dios a fuerza de hacer nudos.
Imagínense un piolín con tantas cortaduras, y al que siempre Dios ha vuelto a anudar. Al final esta persona estará junto al mismo corazón de Dios.
Por eso dice Jesús que los pecadores son los que están más cerca del Padre que está en los Cielos. La grandeza de una persona no está tanto en lo que ella tiene, sino en la cantidad de Gracia y Misericordia que Dios le ha regalado.
Cuantas más veces nos ha perdonado más cerquita nos siente de su corazón, y por eso nos ama más.
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